miércoles, 26 de septiembre de 2012
Paráfrasis de acuario
En el entuerto disparatado de los días, resurges una y otra vez. Calmar el ansia, mitigar las entrañas, no había resultado una tarea fácil. Menos contigo de vecina.
Distantes están los tiempos en que un simple devaneo permitía desterrar ese eclipse apocador del cielo y el oráculo.
Hay veces que pregunto: ¿serás un fatalismo inexpresivo? ¿Perdurarás flotando entre los vientos? ¿Hasta cuándo las fuerzas se tergiversaran entre tantos frentes confrontados?
Miro al sur y solo alcanzo a ver aquellas lejanas imágenes que , de tan remotas, parecieran haber tomado la inexistencia plena del orgullo.
Penetro en la bóveda austral y diviso la transformación dinámica del amor-odio impúdicamente repetida
¡Cómo no extrañar ese rebullir puro, ingente!
¡Que se presente!, ordeno.
Aunque más no sea entreverado en el desvarío de los trastos viejos. Aunque más no sea, en el calambre acogedor de la existencia cotidiana.
Prosélito de acuario. Arribaste antes de la yoica presencia, plantando una confabulada y sistemática celada.
Satélite distante.
A pesar de los exquisitos conjuros que he intentado en contra de tu insensible osadía, nada ha resultado efectivo.
Sólo acuso recibo de la profundidad del relato inverosímil. Y te confieso, sin ahondar en el rostro de lo inexplicable, cada vez más se acrecientan las sospechas.
Pensé que escribiendo tu nombre y repitiéndolo letra por letra, podría al menos, desterrarte de la doceava morada temporal.
Que ello sería suficiente para que te apercibieras de mi solicitud de tregua, o por lo menos de respiro ameno.
Pero, reverso acristalado, sos un producto inexorable, incontrastablemente puntual y meticuloso.
No hay probabilidades de favores entre nosotros. Ni que pensar que permitas, al ingenuo libre albedrío, dar dos pasos para ser reconocido.
Por lo tanto impávido, ignoto y desperdiciado transito estos tiempos con vos entre mis manos.
Sólo una duda me azuza: ¿reflejará un cóncavo o convexo desatino?
domingo, 23 de septiembre de 2012
A mis amigos internautas
Estimados:
Se que hay varias personas que leen estos escritos, algunos comparten comentarios de manera pública, otras por medios privados.
Me atrevo a solicitarles un favor, más sería un obsequio que agradecería eternamente pidiendo las disculpas del caso por el atrevimiento, que cada uno reproduzca alguno de los escritos aquí publicados, el que sea de su agrado, aquel que haya llamado la atención o reflexión. Pueden o no citar la fuente. O pueden invitar a otros a leer el blog.
El propósito es simplemente difundir al viento las palabras para estrechar lazos y compartir el osado deseo de leer y escribir sin frontera alguna.
Muchas Gracias.
Se que hay varias personas que leen estos escritos, algunos comparten comentarios de manera pública, otras por medios privados.
Me atrevo a solicitarles un favor, más sería un obsequio que agradecería eternamente pidiendo las disculpas del caso por el atrevimiento, que cada uno reproduzca alguno de los escritos aquí publicados, el que sea de su agrado, aquel que haya llamado la atención o reflexión. Pueden o no citar la fuente. O pueden invitar a otros a leer el blog.
El propósito es simplemente difundir al viento las palabras para estrechar lazos y compartir el osado deseo de leer y escribir sin frontera alguna.
Muchas Gracias.
El discreto encanto de parar la olla.
Una mirada santiagueña sobre
el realismo argentino
Sostiene Don Bernardo Canal Feijoo, ese ilustre intelectual y abogado santiagueño, que hay diferentes modos
de crear conceptos para interpretar la realidad circundante. Indica don
Bernardo que ese evento es procesual. Es en el transcurrir de la socialización
de esas significaciones, las que le brindan un manto de aceptación o rechazo en
el ámbito público para la controversia. Para la ocasión dejo de lado la discusión
privada, ese terreno que los juristas denominan derechos personalísimos, no es
objeto de este escrito.
Hay un concepto que ha tomado
vuelo, por lo menos vuelo norteño. Se lo resume con una expresión popular, no
demagógica, muy repetida: “Y… hay que parar la olla”. Sus orígenes son
difíciles de rastrear, pero actualmente esta expresión popular ha sido
aggiornada con otras más cercanas: “billetera mata galán”, una frase devenida
del espectáculo, o la tan famosa “les hablé con el corazón y me respondieron
con el bolsillo”, proposición tendiente a reflejar ciertos aires de impotencia
ante el desafío máximo de la política: volver posible el arte de lo imposible.
Lo llamativo de todos estos dichos,
y muchos otros más, no incluidos para no aburrir al lector pero que él bien
puede imaginar y comparar, es que en ellos subyace un concepto interpretador
del realismo argentino que se lo podría expresar así: el campo de la economía
supera a la discusión política. Por lo tanto, la precedente conclusión
permitiría arriesgar que la fisura del relato del sector gobernante que
controla actualmente el Estado argentino, queda sensiblemente expuesta.
¿Cuál es esa exposición? ¿Qué profundidad
tiene esa fisura? ¿Cómo influye en el realismo argentino? Intentaré responder a
los mismos, sin que ello amerite el poder de la verdad. Sólo lo hago en el
plano de los intentos, que es el raso de lo previo.
“Y… tengo que parar la olla,
chango”.
Esa pura y elemental frase
desnuda la fragilidad del relato oficial. El expresador de la misma, que puede ser
cualquiera de nosotros, no recurre a los artilugios sofisticados para exhibir
el predominio del peso de la economía. Antes que ocuparse de la cosa pública, previo
a cualquier ingeniería política, inicial a todo intento de orden jurídico; lo
primero que hay que conseguir es el sustento diario, nos indica. Aquel que permite satisfacer las
necesidades primarias, secundarias, personales y sociales, las básicas y de
lujo. El expresador de la frase no piensa en términos de política agonal, ni
siquiera se embeleza con intentos reflexivos sobre el origen de los males
históricos o sociales que nos atraviesan como colectivo.
La máxima popular es dura,
plena y pragmática a la vez. Primero que todo. está el sustento que permite colmar
ese recipiente simbólico llamado olla. Y que en el llenado se incluye lo que se
necesite realmente; mejor dicho lo que cada uno cree que es lo preciso. No lo
que se pueda (de allí el rechazo generalizado a los seis pesos por olla que sostiene el
INDEC). Es el deber ser kantiano expresado en términos culinarios. Después de
todo ¿Quién no tiene una ollita en su casa? ¿Quién alguna vez en su vida no ha
practicado el discreto encanto de llenarla, aunque sea con piedras, tal como lo
hacía la mujer de aquel coronel que no tenía quien le escriba?
Y es frente a ese pragmatismo
legitimado por siglos de experiencia, que el relato del partido en ejercicio
actual de los poderes estatales, se cae a pedazos. Porque ellos prorrumpen a los cuatro
vientos que estos años fueron de reconstrucción de la política, que ella dio de
baja a la economía, que se impuso en el campo de las ideas.
Pero resulta que las ollas
(cacerolas) son las que suenan colectivamente y derrumban las odas a la
resucitación. Y todos los resucitadores deben comenzar a ocuparse de ese objeto
pueril, olvidado, maltratado y cotidiano que es la olla.
Pero el acto simbólico de
parar la olla también marca la profundidad de la fisura que atraviesa la
sociedad en su intento de asir este realismo argentino. Ese continente
cotidiano de la moderna cocina, tiene la riqueza de manifestar que, mientras no
se resuelvan cuestiones liminares, las grietas sociales no se detendrán. Mucho
menos, cicatrizaran.
Y entre esos múltiples asuntos se destacan dos: la
revalorización del federalismo como técnica de organizar el poder territorial y
la redistribución más equitativa de lo que millones de argentino producen a
diario, evitando que unos pocos se la lleven con palas (en lo personal pienso
que usan máquinas topadoras). Para que estos mojones se encuadren en el terreno
del realismo argentino, habría que exorcizar el determinismo implícito en el
pragmatismo del parador de ollas, aquel que machaca sobre lo urgente para dejar
de lado lo importante.
Final con tapa y todo.
La acción de parapetar la
olla y henchirla con un contenido sustancial merece ser reconocida como una
línea que separa la realidad de la fantasía. Sin parar la olla no se puede
vivir, he aquí lo urgente. Pero, solamente parando la olla no basta; lo
importante se encarna en su plenitud. Y ambos, lo urgente y lo importante, se
sientan frente a cada uno de nosotros e interrogan, poniendo cara de perro que ha
volteo’ la olla (perdón por el santiagueñismo), ¿para cuando joven, para
cuando? Moviéndonos hacia un acto selectivo al que, creo, aún no nos hemos
animado.
¿Será por ello que el ruido
monocorde de las descalabradas ollas (cacerolas) se volvieron el único idioma
entendible en el realismo político argentino?
sábado, 1 de septiembre de 2012
Conversaciones con la chica del peaje. Nunca pensé...
Y si. Hay que aceptarlo.
Jamás de los jamases lo creí posible.
Pero ocurrió.
¿A qué se debe esta recurrencia? ¿Que ameniza demarcar la incredulidad?
Es que nunca pensé posible lo imposible.
A pesar de aquellas visiones encontradas y perdidas en el tiempo. Nada hacía sospechar la entramada regularidad.
Mientras el dialogador intenta hacer revivir al congelado. En el preciso momento que la niña engulle, sobre el deseo de miles, los fideos de la infalible mercadotecnia. Cuando parecía que esa figura sonriente que, compra y vende la felicidad aséptica y televisada, se impone. Parte la orden en la pregunta enmascarada : ¿ya terminaste?
Mirando extraviado por esa ventana que da al sur, arrimó la repregunta ¿Por qué?
Después de haber despachado un largo monólogo meritocrático, que corona la profesionalidad de los mejores. Luego de mirar al hombre de blanca barba anunciar lo conocido. Pasado el sopor de la repetición planificada de la imagen y el sonido; expresa la voz clara y precisa la respuesta: No, hoy no me toca.
Y un recuerdo amarronado atraviesa la mente. Es confuso. Vilipendiado. Parapetado. Pero, vivamente actual. Y una vez puesto a nacer, es complejo asesinarlo.
¿A qué apunta ese juego?
Y allí algo repentino, corta el interrogatorio interno: ¿No te hace frío? Es la persistente voz que a cualquier precio se quiere erigir saludable y etérea.
Parece una idiotez, pero esa interrupción apunta a exasperar la quietud perseverante.
Sólo propugna la calma esa música de fondo.
No te arrepientas, es el acto libre de elegir el que ha tomado carnadura.
Nunca pensé que aquella chica del peaje, la de las conversaciones ambulantes, podía resultar tan desatinadamente cotidiana.
Tan diariamente inverosímil. Que parece algo trivial responder a esta última duda; la de la trascendental temática del frío.
Únicamente tomó cuerpo la contundente reflexión: si lo principal es el frío no entendió que la excepción es confirmatoria de la regla.
Jamás de los jamases lo creí posible.
Pero ocurrió.
¿A qué se debe esta recurrencia? ¿Que ameniza demarcar la incredulidad?
Es que nunca pensé posible lo imposible.
A pesar de aquellas visiones encontradas y perdidas en el tiempo. Nada hacía sospechar la entramada regularidad.
Mientras el dialogador intenta hacer revivir al congelado. En el preciso momento que la niña engulle, sobre el deseo de miles, los fideos de la infalible mercadotecnia. Cuando parecía que esa figura sonriente que, compra y vende la felicidad aséptica y televisada, se impone. Parte la orden en la pregunta enmascarada : ¿ya terminaste?
Mirando extraviado por esa ventana que da al sur, arrimó la repregunta ¿Por qué?
Después de haber despachado un largo monólogo meritocrático, que corona la profesionalidad de los mejores. Luego de mirar al hombre de blanca barba anunciar lo conocido. Pasado el sopor de la repetición planificada de la imagen y el sonido; expresa la voz clara y precisa la respuesta: No, hoy no me toca.
Y un recuerdo amarronado atraviesa la mente. Es confuso. Vilipendiado. Parapetado. Pero, vivamente actual. Y una vez puesto a nacer, es complejo asesinarlo.
¿A qué apunta ese juego?
Y allí algo repentino, corta el interrogatorio interno: ¿No te hace frío? Es la persistente voz que a cualquier precio se quiere erigir saludable y etérea.
Parece una idiotez, pero esa interrupción apunta a exasperar la quietud perseverante.
Sólo propugna la calma esa música de fondo.
No te arrepientas, es el acto libre de elegir el que ha tomado carnadura.
Nunca pensé que aquella chica del peaje, la de las conversaciones ambulantes, podía resultar tan desatinadamente cotidiana.
Tan diariamente inverosímil. Que parece algo trivial responder a esta última duda; la de la trascendental temática del frío.
Únicamente tomó cuerpo la contundente reflexión: si lo principal es el frío no entendió que la excepción es confirmatoria de la regla.
miércoles, 8 de agosto de 2012
VERDAD...
Trataré de percibir,
entre el mito
y la Palabra,
la ciénaga
movilizante
de la Voz.
Intentaré separar,
al igual
que la calma
de los viento,
las certezas
olvidadas
entre los tiempos.
Buscaré dirimir,
entre incógnitos
rechazos,
hacia donde
dirigir,
aquello Ponderado.
entre el mito
y la Palabra,
la ciénaga
movilizante
de la Voz.
Intentaré separar,
al igual
que la calma
de los viento,
las certezas
olvidadas
entre los tiempos.
Buscaré dirimir,
entre incógnitos
rechazos,
hacia donde
dirigir,
aquello Ponderado.
domingo, 29 de julio de 2012
Bajo el sol...
Atisbo los ojos
y veo,
unos mantos verdes
escapándose
al ningún grito
ensordecido.
Arrimando, apenas,
percibo
la brisa ondeante
del olvido.
Y también puedo
apreciar
tu estéril deseo
ensobrado
en un látex repetido.
¿Por qué insistir
en la dramaturgia
reiterada
del vacío?
No me atrevo,
eso si,
a ver la faz
en el latir
solitario del destino.
y veo,
unos mantos verdes
escapándose
al ningún grito
ensordecido.
Arrimando, apenas,
percibo
la brisa ondeante
del olvido.
Y también puedo
apreciar
tu estéril deseo
ensobrado
en un látex repetido.
¿Por qué insistir
en la dramaturgia
reiterada
del vacío?
No me atrevo,
eso si,
a ver la faz
en el latir
solitario del destino.
domingo, 17 de junio de 2012
SEIS PENSAMIENTOS DE UN BUEN PADRE
1. Nunca hagas de padre. Se un padre.
2. Obsequiale a tu cría el arte de vivir en la esperanza.
3. Nunca abraces la perfección. Se perfectible.
4. Regalá el don de las palabras.
5. Extrañá, llorá, reí, se simple y noblemente humano.
6. Entregale a tu cría la dicha de recorrer los caminos de la vida. Como tu padre te lo entregó a vos.
Cumplí con esos pensamientos y volverán en actos.
2. Obsequiale a tu cría el arte de vivir en la esperanza.
3. Nunca abraces la perfección. Se perfectible.
4. Regalá el don de las palabras.
5. Extrañá, llorá, reí, se simple y noblemente humano.
6. Entregale a tu cría la dicha de recorrer los caminos de la vida. Como tu padre te lo entregó a vos.
Cumplí con esos pensamientos y volverán en actos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)