martes, 23 de febrero de 2010

Entrañable

Que hermosa palabra es entrañable. Tiene una musicalidad propia. Un son y ritmo bailable. Es poeticamente delicada.
Entrañable: de amable entraña. De entraña amable. Es como decir de buena madera, de buena madre.
Algo es entrañable cuando es querido y querible. Por ejemplo: la siesta.
Ah, que cosa querible y querida la siesta. No solo para dormir. Sino para estar bien despierto y remover y remover. Recuerdos, nostalgias, penas y simplezas. Porque a la siesta, de manera libre, el tiempo no pasa. Uno mira el reloj con campanillas, ese del tic tac bien sonoro, y pareciera que sus agujas se congelaron en las dos y media. Ni un minuto mas, ni una hora menos.
A la siesta aflora la imaginación, la pereza, la indecencia de despatarrarse en la cama peleando con el sueño para soñar despierto. Con los ojos bien abiertos y la mente bien dispuesta a digerir ese pesado almuerzo de verano que no termina de pasar nunca.
Junto al arrollador tren de la digestión, la siesta se presenta desafiante. Como aquel amor clandestino pactado para esas horas intermedias, que apura por encontrar una pronta salida airosa. Hasta ese amor se torna entrañable en el período siesteril sagrado.
Ni que decir de la arrogancia de los mates siesteros. Esos que uno toma para bajar el engullón del mediodia. Esos mates si que son de buena entraña. Mas bien de entraña bien llena, bastante opípara.
Entrañable. Los amigos son entraña amable. Algunos parientes, resultan de buena entraña. Y muchos vecinos son de buena madre. Mas cuando te tiran la basura a escondidas para que vos la levantes por la tarde, después de la siesta, y como castigo a tu clandestino y envidiado amorío entrañable.
Orígenes.
Es dificil recordar. Mas aún cuando ha pasado cierto tiempo. La memoria es selectiva y por mas que uno la esfuerce, pareciera que se empecina en engañarnos con detalles miserables. Es dificil aceptar que nos resulta dificil recordar.
Pero alguna vez fue la primera. La primera vez que miraste con otros ojos que no eran los tuyo y descubriste el asombrado mundo. La primera vez que tus sentidos capturaron el perfume de lo inalterable que resulta la felicidad. La primera vez que en tu alma escudriñaste el dolor de lo perdido para siempre, aunque te quede la nostalgia como una engañapichanga mas.
Es imposible recordar. Porque causa una pavura insoportable. Hay que estar muy atado al suelo para resistir el envión del recuerdo. Ese empuja y adormece hasta el infinito.
Se hace necesario olvidar. Para sobrevivir. Para inventarse día a día. Para creer que creo.
¿Para qué sirven entonces, los orígenes? Ya pronto partiré. Y nunca lo partido se volverá a unir, como la primera vez.
Suciedad
Es dificil remover la suciedad. Su olor, color y textura no se borra así nomas. Estamos empeñados en borrar la suciedad. Nos incomoda el ánima. Nos desacomoda el ser. La suciedad va y vuelve. Es mas nunca se termina de ir. Aunque se la refriegue en un latón de acero tañido de lavandina de marca muy reconocida. Es triste, pero real.
Ahora bien ¿por qué ese empeño por la pulcritud? ¿Cuál es la intencionalidad?
Después de todo la mugre parecería ser parte de nuestra naturaleza. Aquella que se transmite entre los misterios de los genes y la cultura. Aquella que nunca termina de despertar y se entroniza mas allá de la misma muerte. Porque así como hay resurrección despúes de ella, también resucita la mugre. Nada hay en los Evangelios, apócrifos o no, que atestigüe lo contrario.
Lo mas percedero es esa suciedad incorruptible que trasciende hasta las marcas mas conocidas del polvo limpiador de moda en el mercado.
La mugre, ensucia. Y no hay con qué eludir su mancha indeleble ¿Habrá que resistir?