lunes, 30 de abril de 2012

Tripaliare


Tripalium.
Disfrazado en el trasunto,
logras la impunidad
mezquina del avaro;
azuzando la animosa
creatividad inexorable.

Tripalium.
Devorador anímico.
Dios simbólico imperturbable;
exiges el sacrilegio
de la linfa venerable.

Tripalium
Agasajarte, se me torna,
un destacado
desacierto
de tiempo inescrutable.

Tripalium
Alzo mi espíritu,
ansiando que desistas,
beber el néctar
invaluable de mis tardes.

Marte


Dueño, 
del hastío
rojo desafío.
Retorna supremo,
a la cisura
del azar enaltecido.

Intento explícito,
inalcanzable
y gélido.
Ordena
al cuatro,
pitagórico absolutismo.

Orate et Urbi


Orate
de la orbe,
¿ órbitas 
Dominum vestrorum?

Orate
en urbi
¿Saturno confidimus
potestate?

Orate
por la orbe
¿Benedictio descendat
super vos?

Orates
¡Intercedant 
pro nobis,
in bonis
operibus!

Aum.

In contrahendo

En tu primera cabeza,
la tentación
del léxico;
cual  boyante cayado
al incontable.


En tu profano cavilar,
la retracción;
cuña hesitada
y perniciosa,
del origen.


Saltear los vientos.
Avistar los soles.
La estirpe
manda.
Minerva acecha.


Y, en el contraste
impropio 
del desierto,
deyecta apabullante,
al ancla en pena.

domingo, 29 de abril de 2012

A-dios (¿a nadie?)

Si aquella hora
penetrase, 
en la textura apalabrada
del abismo.
Volvería prescindible,
en un instante,
el clivaje probatorio
del sentido.

Aunque extrañe
la frase redentora,
la conjunción
hiere a fuego
aquel destino.
¿Estará presente
el desatino?
¿Se hará palpable
el desvarío?

Nacer de prisa.
Vivir sorteando.
Morir; quien sabe.
He allí,
el nudo del atisbo.


Populorum regressio (a ellos)

No te pensé en tal
abandónica tarea.
Ni sospeché,
el abnegado
esmerilado.

Aunque arremetieron ya,
casi tres lustros,
el pretexto,
no justifica
lo olvidado.

Los institucionalistas
franceses
opinaron:
Pópuli tantum
est.

Esconder la módica
moneda,
detrás del devaneo;
es digna canallada
miserable.

Y refugiarse
en el tierno corazón,
alberga;
la picardía impune,
de lo aventajado.




Puentes Amarillos (A vos)

En el umbral más temido.
En un balcón más elevado. 
En un rincón más oscuro.
En el lastre fijo de la historia.


Entre aquel impertérrito desdén,
y sobre la nitidez del desorden,
alcanzo a confundir,
los puentes amarillos.


¿Qué opulencia encontrarte,
allí tieso? 
¿Asombrosamente 
inmóvil?


Con la titularidad remanida 
del eterno,
parecieras, otra vez,
transformar la melodía
en un averno.


Algo aleja y 
algo acerca. 
No me es ajeno, 
para nada impropio,
percibir la paradoja
aquella. 


En el deseo profundo
de tus nudos 
ensamblados,
ríe amarillo,
aquel paso
descastado.