domingo, 18 de abril de 2010

escupir la suerte

A veces se vuelve imprescindible un ejercicio de sano cuestionamiento. Otras veces se torna necesario otorgarle entidad a aquello que ni siquiera esta presenta en la mente. Es complejo mirar y compaginar rasgos tan disímiles y, hasta si se quiere, tan caprichosamente ocultos.
Un poco de simpleza ante tanta complejidad es una de las muestras mas certeras de honestidad. Algo muy costoso hoy en día, mas cuando las caretas pululan aunque no sea el carnaval; la carne vale, pero no para este tipo de festejo. Este ruín devenir de miserables intringulis que nos plantea el desafío de la suerte.
Ella, la suerte, se encarga la tarea tortuosa de disfrazarse para una boda, pero con la ropa mas extravagantemente inesperada. Es mas, a veces, se presenta desnuda.
Desconcierta, la suerte, con su actitud. Nos golpea la puerta. Nos da palmaditas. Nos invita a acompañarla en largas jornadas de placer y desengaño. Es la suerte la que de a poco nos introduce en otra dimensión. Nosotros, sin darnos cuenta de la mas puta idea, caminamo y caminamos a la par.
Algunos defensores de las grandes estructuras religiosas nos rebaten con profundos postulados sobre la inexistencia de la suerte. Nos aseguran, bajo juramento, que es imposible su corporea presencia. La suerte es un invento, afirman, recostados en sus tronos oropelados. Solo los necios e ignorantes pueden creer en ella, sustentan pretenciosos.
Otros hombre, entendidos de las artes del gobierno eternamente efímero de lo humano, aseguran que lo único que existe es el poder. La capacidad, dicen, de producir una modificación en la cuña de los tiempos. Y así los vemos, jugando a los amigos y enemigos. Probando el genoma para poder descifrar el mas preciado de los misterios. Pero juran y perjuran que el poder, la capacidad, solo la utilizan con fines nobles. Altruismo que le dicen.
Hay quienes se adosan la categoría del pensar profundo. El mundo de las artes, las ciencias y la meditación, no tiene secretos para esta gente. Por supuesto, la suerte es una palabra que causa risas entre estos abnegados escudriñadores de la razón humana y sobrehumana. En su afán de interpretar hasta el último rincón del pensamiento, suelen burlarse del destino. Le hacen una mueca bufona a la diosa Casandra.
Como simple mortal, creo en la suerte. Y como eterno pelotudo creo que le escupí la cara varias veces. Algunas a propósito, para desafiarla, atizarla. Otras, la mayoría, sin saber que ella me acompañaba a la par. No supe la diferencia entre ella y lo inexorable. Fui pretenciosamente necio para reconocer sus manos extendidas. Las confundí con cadenas, con aparejos, con limitaciones al devenir.
Que error fue aquello de escupir la suerte. Ahora ya no viene a golpearme la puerta. Como la extraño. Y a veces, lo confieso, hasta lloro como niño lo ocurrido.

viernes, 2 de abril de 2010

Muchacha ojos de papel

Esa voz adolescente. Esos acordes inéditos. Esos años sin estrenar. El mundo parecía recién hecho. Todo asombro. Sin nostalgia. Sin pretérito.
Y escuchar "muchacha voz de gorrión..." y dar la vida en ella. Y mirar el mar en sus profundos ojos, y confundir el cielo con la tierra, en el único instante esperado que resultará eterno.
Un secreto compartido entre vos y yo, muchacha. Una perla protegida por la legendaria melodía, que ya otros habían susurrado, pero que para nosotros dos resultaba un regalo por abrir.
Muchacha ojos de papel. Del más fino de los papeles. De aquellos papeles que sirven para escribir miradas que se quedan estampadas, por siempre, en el alma. Imborrables. Imperecederas.
Cronos nos desvela. Creo que se escondió detrás de tus pestañas grises. Cronos y Eros se han unido para desgastar esos ojos de papel de la muchacha aquella. Que se resiste al ultraje con el único recurso conocido: la extrañeza.
Ya no te percibo muchacha ojos de papel. Solo el frío cálculo del destino dejó en pie a la canción. No pudo con ella. Tampoco conmigo.
Pero te recuerdo, "muchacha pechos de miel, piel de rayón...", porque sigo convencido que aún compartimos nuestro inalterable secreto. A pesar del tiempo. En un para siempre.