miércoles, 23 de marzo de 2011

Conversaciones con la chica del peaje ...ojalá sean buenas...

No hay dios, gritaba Zeus. Y el mismo era dios.
Nunca se muere, dijo Cristo. Y al siguiente día lo estaban crucificando entre las piedras.
Vamos a las noticias, setenció el locutor.
Ojalá sean buenas, desafió el oyente.
Las noticias son noticias ni buenas ni malas, vomitó el locutor.
Silencio apichonado del oyente.
Conclusión: el locutor es más que Zeus y Cristo junto. Aplaza al oyente y desplaza al verbo.
Se acaba de crear locutorocracia. El gobierno inverosimil de los que conducen los programas de radio por las noches interminables del otoño modelo siglo XXI. Entre desvelos y alzheimer...
Esfetefe quieferefe cafagarfa masfa alfatofo quefe elfe cufulofo... me susurras al oido. Y te pierdes entre los autos detenidos.

Conversaciones con la chica del peaje. Arcano

Si pudiera mirarte desde otro perfil lo haría. Pero no lo permites. Estudio cada día tus movimientos. Aunque te empecinas en desorientarme. Es que no sos muy común. No es que te voy a encontrar por la plaza caminando o mirando las vidrieras para cotejar precios y calidades. Es más esa mitomanía capitalista no te interesa. Ni siquiera debes saber que existe la veleidad mirona consumista.
Es posible que casi siempre te descubra escondida en alguna entrelínea, o desesperada por causas rebotadas por un nadie. Estas perdiendo el tiempo, que es lo único que tienes para perder, pero ni aún así te exasperas.
El arcano, insistes, guarda nuestro sueño desvelado. Aunque lo reverencies nunca desentrañará su secreto.
El arcano, remarcas, tiene un puñado de sorpresas resistentes a los conjuros y omisiones. No hay hechizos que puedan con él.
¿Para qué insistir? Interrogas sarcástica. El arcano perseguidor desafía la paciente espera de la suerte.
Arcano. Secreto. Suerte.
Prendiste una lucecita y penetraste tu mirada en el fondo de mi. "Hoy la luna esta más cerca que nunca. Naceran muchos con los ojos bien abiertos. Seres muy dificiles de engañar..." dijiste como al pasar. Cortaste el ticket para pasar (no para viajar) y lo lamiste pegándolo en el parabrisas. Tu viscosidad babosa se fijó en el cortex de mi mente. Entonces tuve la certeza que junto con tu saliva olorosa partía una época.