Se detuvo dudoso entre el cordón y la acera. A su lado, una hembra extravagante emitía un aroma arrollador. Era fatua, inalcanzable.
De pronto un par de ojos se posaron en él y dispararon una flecha de sometido instinto acosador. Se sintió cohibido, perplejo, irresuelto ¿A mí? retrucó interrogno.
Ella, la hembra infernalmente avasallante, sonrió apenas cómplice. Él sintió que se le derretía el alma junto al sexo.
Entonces, la muy tirana movió resuelta sus largas piernas y con una mueca guiñó el párpado izquierdo de ese gris profundo en la mirada. Él se imaginó el cielo entre las manos.
Ella avanzó firme. Rigidizó sus muslos y se acomodó los pechos. Se sintió ladrona. No tuvo piedad por la víctima y perdiose entre las gentes.
Él, se quedó con el cosmos, arrebatado.
jueves, 16 de diciembre de 2010
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