jueves, 4 de marzo de 2010

Contratapa

Capaz que vive a dos cuadras de casa. Tal vez nos hemos chocado por la peatonal infinidad de veces. A lo mejor compartimos algún colectivo de esos que recorren de sur a norte la ciudad, y viceversa. Ni lo conozco. O mejor dicho, lo conozco por la contratapa.
Nunca le presté atención a la contratapa de un diario. Es mas ni la leia ¿Para qué puede servir una contratapa? Ni idea. Hasta que un día lo supe.
"De última" me fue atrapando de a poquito, como esas cosas entrañablemente invisibles que llegan y uno no se da cuenta.
Hasta me propuse coleccionar las contratapas. Organizarlas por fecha, por tema, por vivencias contadas, aunque mas no sea por lugares descriptos. Una tontera, eso de organizar la literatura. Pero para un principiante, como lo soy, era toda una novedad aplicar categorías ficticias a lo ficticio.
Transcurrido un tiempo me cansé de proposiciones incumplidas. Voy a escribir, dije, arrebatado. Si Aragon escribe ¿por qué yo no? No es que me ponga a la altura de Aragon, simplemente él, mejor dicho sus escritos, despertaron en mi esas ganas de contar cosas. Quizas motivado por el hecho de que cada vez que leía "De última" capturaba un recuerdo, llamaba una nostalgia, aparecía una sonrisa, desentrañaba una idea (nada pretenciosa por supuesto).
Agarré un cuaderno que tenía sin usar y me dispuse. Pero solo armé una lista de títulos esperables. Durante semanas escribía títulos. Iba de aquí para allá con mis palabras tituladas a cuesta. Por ahí me despertaba soñando alguno y en penumbras con la ropa interior a medio poner, lo anotaba en mi cuaderno. Pobre cuaderno, parecía un confesor de algo muy mio.
Pero no arrancaba la escritura.
Hasta que encontré la causa.
Mi pereza por escribir en el cuaderno. Es que asociaba escribir con dictado obligatoriamente escolar. Esos que sirven de mecanismo de aflojamiento en la escuela.
A eso le huía.
Otro buen día encontré un paliativo, no digo solución. Escribir en un blog. Me pareció algo mas relajado. No por el hecho de la difusión en sí, sino porque aprendí a escribir a máquina de manera autodidacta, en una vieja Olivetti que había en casa. Y eso de escribir en un blog tiene mucho significado porque lo relaciono con incontables siestas de lejanos inviernos donde le daba duro a la Olivetti y el mundo se volvía abstracto, entreverandose con aquellas primeras lecturas desordenadas.
Entonces me lancé al eter (como se dice ahora).
Y pensar que todo fue por un tal Aragon. Ni lo conozco, o capaz que si.
De causalidad, por alguien cercano, una fecha incierta me llegó su nombre.
De no ser por la incerteza, esta entrada se hubiese llamado A un de tal...

No hay comentarios:

Publicar un comentario