jueves, 4 de marzo de 2010

el tunel

Estan todos parados a su entrada. Titubean. Enmudecen. Saben que necesitan lo que allí adentro se encuentra. Lo saben. Pero temen.
Es que es muy fuerte el contenido del misterio.
Las puertas, repentinamente invitan a ingresar. Al tunel.
En el tunel el tiempo y el espacio se transforman. No es lo mismo ese tiempo y ese espacio de la vereda que el del interior de la puerta atravesada.
El tunel es un gran deglutidor de gentes. Antes, en sus comienzos, solo era un banco y un hombres sentado en la plaza pública ¿Cómo pudo transformarse tanto? ¿Qué lo llevó a convertirse en el necesario administrador del destino?
Las gentes se mueven lentamente de sus lugares y atraviesan el soleado día para ingresar por la puerta. Una sonrisa amable las recibe del otro lado. Es la alegría del tunel. Toda promesa lleva atada una sonrisa sorpresiva, aunque sea de compromiso. Es como un gesto codificado que acredita la validez de la acción.
En el tunel las gentes se desperdiga por sus distintos recovecos. Unos parten hacia el indescifrable mundo crediticio. Otros se sumergen en las ventanillas de la salvación momentaneamente humana. Los menos acceden por las escaleras hacia un tiempo comprado a cambio de oropeles y abalorios.
Eso sí, en el tunel nadie se queda en la puerta fisgoneando. Solo yo me atrevo a hacerlo, es que no tengo nada que me tiente de las entrañas del alienante. Por ahora.

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